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El refugio: un paso detrás de otro

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EL REFUGIO: UN PASO DETRÁS DE OTRO

El refugio: un paso detrás de otro
El programa de atención a personas refugiadas de Cruz Roja es una cadena con multitud de eslabones. La llegada a un nuevo país no constituye la última frontera: luego vienen las idiomáticas, culturales y sociales, hasta por fin lograr la autonomía.

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parte 1 refugio

Margarita llegó a España el 17 de octubre de 2019. A su hija de 9 años, única compañera de viaje, le contó que harían turismo durante unas semanas. Cuando la niña insistió en quedarse a vivir, le admitió que había una gran probabilidad. Su marido y su hijo siguieron sus pasos en febrero de 2020, retrasados por las obligaciones laborales y académicas. La decisión había sido consensuada por toda la familia, cansados de las presiones que recibían en Colombia. Así que Margarita compró los pasajes de avión y reservó una habitación de hotel con total premeditación. ”Mi gran apoyo fue una amiga y su familia, a quien le conté mi situación y los motivos que me hicieron venir acá. Ella me recomendó que acudiera a Cruz Roja”, recuerda. Y así comienza este relato.

Cada año, el Programa de Personas Refugiadas de Cruz Roja atiende a cerca de 30.000 participantes en toda España, labor que se viene realizando desde hace tres décadas. En coherencia con el mandato humanitario de la Organización, se priorizan aquellos casos de mayor vulnerabilidad. Y si bien la intervención tiene un fin muy claro, que es garantizar la protección y favorecer la integración de las personas beneficiarias, también consta de una serie de fases sistematizadas. Desde la primera acogida, hasta la preparación para la autonomía, pueden transcurrir de 18 a 24 meses, un tiempo durante el que se ofrece atención integral e individualizada. Asistencia legal, apoyo psicológico o aprendizaje del idioma forman parte del proceso.

Desde la primera acogida, hasta la preparación para la autonomía, pueden transcurrir de 18 a 24 meses, un tiempo durante el que se ofrece atención integral e individualizada

Hablamos del voluntariado que ha estado en sus zapatos. En España hay personas refugiadas que ya llevan tiempo aquí y se implican en la acogida de los recién llegados. Es el caso de Nasrin, natural de Afganistán, quien tras el estallido de un nuevo conflicto en su país natal, está reviviendo el horror. Hace ocho años, fue ella quien tuvo que dejar su hogar por problemas con el régimen talibán. “Cuando llegué a España, todo era nuevo para mí, pero en Cruz Roja encontré gente muy amable, que me ayudó mucho. Sobre todo con el idioma y para traer a mis cuatro hijos”, recuerda. Es por ello que está comprometida con la Organización y destina sus esfuerzos a ayudar a otros. “Ahora que viene gente afgana, veo que tienen los mismos problemas que yo”, destaca.

Los perfiles de las personas del programa se han transformado durante estos 30 años, sobre todo por la evolución de las crisis mundiales y los movimientos migratorios. Los principales países de origen siguen siendo Venezuela, Colombia, Siria y Ucrania, a los que ahora se suma el drama de Afganistán. “Las causas de la llegada de estas personas son también muy variadas, como persecución por raza, religión, orientación sexual… Esto motiva que tengan necesidades diferentes y que la intervención se deba realizar con itinerarios personalizados”, explica Cristina Domínguez, referente del Programa de Personas Refugiadas en Cruz Roja. De hecho, considera que si el programa ha seguido vivo tanto tiempo, es precisamente por el enfoque multidisciplinar, “porque promovemos el protagonismo y la participación de todas las personas que atendemos”. Los que un día fueron ayudados, ahora ayudan. 

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La llegada

Un avión cualquiera, un aeropuerto hostil, un suelo desconocido. Este es el escenario de la nueva vida en un país ajeno, y eso, en el mejor de los casos. “Los primeros días fueron muy difíciles, sin conocer el idioma, la cultura, la comida… Estás perdida, pero tienes que ponerte rápidamente con todo el papeleo”, rememora Nasrin. Porque para formalizar una solicitud de Protección Internacional (PI), la persona ya debe encontrarse en suelo patrio. En el caso del programa de asilo, el trabajo de Cruz Roja comienza una vez estas personas llegan a España. “Cruz Roja no establece ningún contacto previo, ni puede apoyar el trayecto migratorio, salvo en casos de reagrupación o extensión familiar”, aclara la portavoz de Cruz Roja.

Las causas de la llegada de estas personas son muy variadas, como persecución por raza, religión, orientación sexual… Esto motiva que tengan necesidades diferentes

Al Sistema Estatal de Acogida e Integración acceden las personas demandantes que carecen de recursos económicos, y siempre que cumplan con determinados requisitos establecidos por la Secretaría de Estado de Migraciones -por ejemplo, no haber llegado hace más de dos años a suelo europeo-. A partir de aquí, toda la intervención de Cruz Roja se cimenta sobre un itinerario de cinco fases, que tiene una intensidad reforzada en los casos de mayor vulnerabilidad. Los primeros estadios sirven para la evaluación y el diagnóstico; después, viene la acogida y la preparación para la autonomía. Porque al final, todo esto va de potenciar las capacidades personales y hacer posible la integración social.

•    Cobertura de necesidades básicas 
•    Fortalecimiento del bienestar psicológico  
•    Asistencia jurídica en el proceso de solicitud de PI 
•    Refuerzo de competencias para la autonomía personal 
•    Creación de redes y fomento de la participación ciudadana 

parte 3 refugio

Los primeros meses

“Fui a la oficina de Cruz Roja donde me atendió una abogada, Paloma, que desde ese momento me brindó toda la asesoría legal. La recuerdo con enorme cariño, sin ella no sé lo que habría hecho”, continúa el relato de Margarita. Mientras esperaba la resolución jurídica, se adhirió a diferentes programas de formación y, en cuestión de unos meses, tanto su marido como ella habían encontrado empleo. Él, en una empresa de alimentación; ella, dedicada a atención al cliente. “También mi hijo pudo homologar el Bachillerato y entrar en contacto con chicos de su edad”, celebra. Porque la integración social es un desafío. “Lo bueno de estos programas es que convives con familias que se encuentran en la misma situación. Todos empezáis de cero y entre todos tejéis redes”, dice. Las emociones de una persona que ha llegado a un nuevo país suelen ser confusas, e incluso contradictorias, puesto que está viviendo dos procesos paralelos: la despedida y la adaptación. En este contexto, se hace esencial, como no podría ser de otro modo, recibir apoyo psicológico. Además de cubrir las necesidades básicas de quien llega a España, Cruz Roja se preocupa también por el bienestar mental, tan relevante como la salud física. Para ello, dispone de equipos especializados en asistencia psicológica, que se encargan de abordar los posibles problemas de adaptación o los casos de duelo migratorio, impulsando el desarrollo de competencias personales y habilidades sociales. De este modo, se abraza, pero también se empodera, a quien afronta una nueva vida.

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La barrera del idioma

“Al no saber nada del idioma, me llevó mucho tiempo hacer amigos, o simplemente el comunicarme. Pienso que la lengua es una de las grandes barreras para conocer gente o encontrar un trabajo estable”, señala Nasrin, todavía con acento afgano. Poco a poco, fue aprendiendo algunas palabras y descubriendo aspectos de la cultura española, que define como “muy cariñosa”. De ahí que buena parte de su labor con la Organización se centre en la traducción, la enseñanza y, en general, el apoyo para la acogida de las familias evacuadas. Sus hijos han crecido en España y algunos ya están en la Universidad, por lo que insiste en que los obstáculos de este proceso “se terminan superando”.

“Al no saber nada del idioma, me llevó mucho tiempo hacer amigos, o simplemente el comunicarme. La lengua es una de las grandes barreras, pero se termina superando”

Durante los primeros seis meses en España, las personas refugiadas pueden vivir en los centros de acogida de Cruz Roja, donde se empieza a trabajar en su contextualización y conocimiento del entorno. “Intentamos familiarizarles lo antes posible con aspectos clave de la comunidad, ya sean culturales, sociales o labores”, señala Cristina Domínguez. Desde Cruz Roja se hace especial hincapié en la inmersión lingüística, así como en las competencias psicosociales y la creación de redes de apoyo. Un arduo trabajo que transcurre en paralelo al invariable proceso legal. Cruz Roja brinda asistencia jurídica a las personas que piden PI, pero hasta que no se resuelve de manera favorable su solicitud, el organismo no activa la siguiente fase del programa: la preparación para la autonomía.

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Crear ciudadanía autónoma

Hacer amigos, así se les explica a los niños. Pero las personas adultas que llegan a España también necesitan armar su propia red social, y en este sentido, el papel del voluntariado resulta fundamental. Porque como explica Cristina Domínguez, "no solamente conlleva implicación personal y un servicio desinteresado, sino que se convierte en un elemento fundamental en la participación, cooperación y solidaridad ciudadana". La red, clave para una sociedad con valores como la aceptación y la acogida. "Nos ofrece una oportunidad única para intervenir en ciertos entornos. En este sentido, trabajamos en un contexto de proximidad con todos los agentes locales implicados, mejorando su concienciación, compromiso y apoyo, y creando espacios imprescindibles para la convivencia”, detalla.

Cruz Roja trabaja un contexto de proximidad con todos los agentes locales implicados, mejorando su concienciación, compromiso y apoyo, y creando espacios de convivencia

El apoyo de otras personas refugiadas que se han enfrentado a situaciones similares es un valor añadido que Cruz Roja aprovecha al máximo, fomentando el compromiso de los unos con los otros. Al ver que alguien recorrió el mismo camino, quienes acaban de llegar muestran mayor aceptación, confianza y motivación a la hora de poner en marcha los itinerarios de inserción sociolaboral. Porque resulta que no les están contando la historia en tercera persona, sino en primera. Al mismo tiempo, quienes ejercen de voluntarios y voluntarias se sienten reconfortados por la ayuda que prestan, que es de gran utilidad, y reforzados, en la medida que constatan cómo ellos mismos han ido superando tantas dificultades. “Siempre estaré dispuesta a ayudar en todo lo que pueda, desde mi profesión y desde mi experiencia personal”, dice Margarita, cuyo primer consejo es “la formación”.

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La nostalgia por el país de origen

Seis meses en los centros de acogida, como decíamos, pero esto va de una vida entera. Por más que el Programa de Personas Refugiadas de Cruz Roja establezca unos plazos oficiales de 18 a 24 meses, estos siempre son relativos. “Una vez completada la estancia máxima del sistema, se continúa apoyando a las personas refugiadas y solicitantes de PI en función de sus necesidades”, admite Cristina Domínguez. Para ello, la Organización dispone de proyectos muy diversos que pueden servir de marco, desde Empleo, a Mujer, pasando por Infancia. “Son personas con las que trabajamos constantemente, así que no las dejamos a su suerte en ningún momento, sino que tratamos de acompañarlas hasta que consigan la plena autonomía”, añade. Porque sí, esa autonomía se consigue.

Llega un día en que ya no te sientes en refugio, sino en hogar. En el que España pasa a ser tu país, casi tanto como el de origen. Tienes empleo, casa y círculo social. El camino ha sido duro, pero ha merecido la pena. No quieres regresar al lugar del que viniste -sobre todo si sigue en marcha el conflicto que puso en riesgo tu vida, como la guerra de Siria-- .“Siento un poco de nostalgia por mi familia, pero no cambio la vida que llevamos en España ni la tranquilidad que nos brinda”, dice Margarita. Ante el nuevo estallido talibán, Nasrin Nazer se siente “muy afortunada, porque tanto mis hijos como yo estamos seguros y felices”. Y desearía esa misma vida para los demás: “Estos días han llegado desde mi país unos familiares afganos y quiero ayudarles en todo lo que pueda”.

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