De Madrid al cielo… digital - Ahora
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- Cinco mujeres de Zamora, todas mayores de 60 años, viajan por pueblos y ciudades a través de su teléfono móvil, gracias a una iniciativa de Cruz Roja que persigue combatir el aislamiento social y cerrar la brecha digital en este grupo de edad
Cuando Luisa estuvo en Madrid por primera vez, todavía no existía el zoológico de la Casa de Campo, sino la Casa de Fieras del parque del Buen Retiro. También recuerda el metro, que causó mucha impresión en sus acompañantes, aunque no tanto en ella, que proviene de una familia de ferroviarios de Zamora. A sus 79 años, vive sola -es viuda- y no puede salir demasiado -aún no ha sido vacunada contra la COVID-19-, pero esta modista todavía tiene encargos sobre la mesa y energía para participar en actividades sociales. Empezó hace 15 años, con los paseos saludables, y ahora está viajando a otras ciudades, aunque sea de forma virtual y a través del móvil. "Estoy muy contenta de participar, he sido muy feliz recordando Madrid", cuenta Luisa, y eso que ha encontrado la ciudad cambiada.
Ni siquiera la pandemia de la COVID-19 puede detener una de las experiencias más enriquecedoras para el ser humano, que es recorrer mundo, sin que la edad suponga una limitación para embarcarse en la aventura. A sabiendas de que es un año particularmente difícil, Cruz Roja Zamora ha puesto en marcha una iniciativa donde se combinan la inclusión social de las personas mayores con la ruptura de la brecha digital. Se trata de un proyecto piloto, dentro del programa 'Promoción de la red social y el envejecimiento saludable', subvencionado por la Junta de Castilla y León, que quiere ir ampliándose en los próximos meses. De momento, arranca con un grupo de seis mujeres, con edades superiores a 60 años, a las que se ha invitado a viajar de forma digital y a compartir su experiencia con el resto mediante videollamada. Así, se fomenta el contacto social y se rompe con el aislamiento.
"Hemos elegido seis mujeres activas y echadas para adelante, nos cuesta un poquito más con los hombres. Cada una de ellas tiene un perfil diferente, pero todas comparten cierta destreza digital", explica Mercedes Santos, una de las dos voluntarias que coordina la actividad, junto a Nuria Alonso. Habían participado en un taller de telefonía móvil, así que tenían una base y se conocían previamente. Recibieron la llamada con la propuesta y enseguida pasaron a recoger sus materiales -"incluso a una se los enviamos por correo electrónico"-. Durante quince días, las participantes han escogido una ciudad, en este caso Madrid, y han podido conocer más sobre ella a través de sus teléfonos: visualizando vídeos por Internet, manteniendo tertulias por videoconferencia y resolviendo los retos planteados: preguntas de comprensión, sopas de letras o búsquedas en Google.
La actividad también incluyó una exposición individual sobre Madrid, de ahí el relato de Luisa. En total, han sido tres videollamadas, con una duración de entre 60 y 75 minutos. "Nuestro papel se limitaba a moderar, eran ellas quienes protagonizaban todo. Tendrías que ver con qué soltura se activaban y se desactivaban el micro", cuenta Santos. Una vez que ha finalizado el recorrido por Madrid, están preparando el siguiente viaje por una de las ciudades propuestas (Burgos, Soria, Cádiz…), que será después de Semana Santa y perpetuará la amistad. "En un momento donde muchas se habían retraído, han vuelto a tener relación las unas con las otras. El primer día que ellas se vieron, sus caras mientras se iban saludando, es de esas cosas que no se pueden explicar", explica la voluntaria.
"En un momento donde muchas se habían retraído por el miedo a la COVID-19, han vuelto a tener relación las unas con las otras"
"La actividad está funcionando de una forma muy positiva porque, por un lado, conocen aspectos nuevos de ciudades, y, por otro lado, nos comentan sus experiencias y recuerdos de ellas. No es solo una actividad de difusión de la ciudad, sino que es una forma de interactuar entre ellas, de socializar. Viendo el buen resultado de la actividad, el objetivo a medio plazo es replicarla con pequeños grupos en toda la provincia de Zamora", explica Luis Güete Tur, referente provincial del programa de personas mayores de Zamora
Videollamadas, recetas y fotos
Cuando estalló la pandemia de la COVID-19, Jesusa y su marido se fueron al pueblo, y de allí no se han movido. A sus 69 años, es una mujer muy activa, que siempre se ha involucrado en los paseos y los ejercicios propuestos por Cruz Roja. Sin embargo, admite la importancia de contar con un monitor y formar parte de un grupo para motivarse. "Cuando me ofrecieron el tema de los viajes, ni me lo pensé, porque no tenía nada que hacer. Ahora estoy encantada, me hace ilusión pensar que tengo videollamada el viernes. Me gustan los temas de los que hablamos y las amigas del grupo somos muy parecidas", cuenta. La tecnología no le da ningún miedo, y menos después del confinamiento. "He aprendido mucho durante la pandemia, haciendo videollamadas con los hijos. También uso Whatsapp, escucho música por Internet y busco recetas por Internet", ahí es nada.
"Yo ya utilizaba el móvil para estar en contacto con mis hijos. No sabré crear un grupo de WhtasApp, eso no, pero las videollamadas las hago sin problema", coincide Luisa. Va con el teléfono por toda la casa, aunque se resiste a ponerse delante del ordenador. "He trabajado siempre desde casa y he necesitado salir para hablar con otra gente. Sé que si me engancho a Internet, me pico y no salgo", reconoce. Sin embargo, al vivir sola, valora que la tecnología le permita relacionarse con otras personas. "En el taller de Cruz Roja, el monitor nos animaba a que, durante la pandemia, saludásemos por los grupos. Yo saludo a unas 25 personas todos los días", cuenta. Tiene una amiga en la distancia con la que habla habitualmente y se ha vuelto experta en otras aplicaciones: "Una de las cosas que no sabía hacer son las fotos y ahora hago fotos todo el tiempo".
Reducir la brecha digital: un asunto urgente
Cruz Roja lleva tiempo trabajando en su estrategia digital, pero en el último año se ha convertido en un asunto urgente. No solo hizo posible la atención a las personas beneficiarias durante los días más duros del confinamiento, sino que la COVID-19 evidenció la importancia de salvar las diferencias tecnológicas entre colectivos sociales, dotándolas de los medios y las competencias que hiciera falta. Se trata de un proceso indispensable para proteger a las personas más vulnerables, sean personas mayores, niñas y niños, o cualquier familia en riesgo de exclusión social. De ahí que la Organización haya repartido dispositivos electrónicos, impartido talleres online y hasta ofrecido clases de ejercicio a través de asistentes virtuales, como Alexa, para hacer más habituales estas herramientas.
“Me hace ilusión pensar que tengo videollamada el viernes. Me gustan los temas de los que hablamos y las amigas del grupo somos muy parecidas”
“Todos sufrimos con la COVID-19, pero las personas mayores son uno de los colectivos más vulnerables, no solo por una cuestión de salud, sino por la distancia con la vida online”, recuerda Joaquín Pérez, director del Área de Personas Mayores en España. La soledad no deseada es un problema doloroso, que el proyecto Enrédate intenta abordar desde un enfoque activo y participativo, para generar redes de apoyo. Y lo hace a partir de una premisa básica: que las personas mayores continúen el mayor tiempo posible en su entorno, sin trasladarlas a ningún centro específico, “porque, en la mayoría de casos, se pueden cubrir sus necesidades en el ambiente domiciliario”.
En Zamora, un grupo de cinco intrépidas mujeres salen de excursión durante quince días. Conquistan ciudades, hacen amigas fuera de su entorno y van cerrando la brecha digital y mitigando el riesgo de aislamiento. Todo, desde la comodidad del salón, sin riesgos de salud ni impedimentos físicos. Las visitas virtuales pretenden trabajar sus competencias digitales, no tanto como objetivo, sino como medio para prevenir la exclusión y reforzar su integración en la sociedad. Porque al final, al otro lado de la pantalla, ven a otras personas. Amigas y voluntarias con las que compartir sus experiencias y pasar un rato divertido. Y por eso, la tecnología no viene a sustituir, sino a reforzar, la necesidad de calor humano que tenemos a cualquier edad.
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