Carmen Ruiz-Repullo: "El reto para prevenir las violencias machistas en la adolescencia: ponernos las gafas moradas en tiempos de ceguera patriarcal" - Ahora
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Humanidad
Lo evidencian encuestas, informes y estudios, la adolescencia y la juventud se identifica menos que antes con el feminismo, el porcentaje de chicos que opina que la violencia de género es un invento ideológico ha ido en aumento y la igualdad entre mujeres y hombres se cree que está consolidada. Con esto no se pretende tener un enfoque catastrofista del contexto social, pero tampoco podemos invisibilizar las tendencias negacionistas de la violencia machista y el impacto que tienen en nuestra sociedad, donde el algoritmo emocional deja poco espacio para el argumento. Los bulos sobre denuncias falsas o sobre la pérdida de derechos de los hombres ante las leyes de violencia machista, además de ser mentira, son un freno para avanzar en la erradicación de esta violencia y una forma de culpabilización y revictimización hacia las mujeres que la sufren.
Estos bulos sobre violencia de género conviven con un nivel de violencia machista que anda lejos de erradicarse. La violencia de género que sufren las adolescentes ha ido modificándose en las últimas décadas, especialmente con la llegada de los Smartphone y las redes sociales, aunque la raíz sigue siendo la misma. A grandes rasgos, podemos identificar tres manifestaciones de violencia machista en la adolescencia: la violencia en el entorno de la pareja, la violencia sexual y la ciberviolencia, aunque en muchas ocasiones dentro de la primera tienen lugar las otras dos. Actualmente, el teléfono móvil se convierte en un instrumento para ejercer violencia, que no en un instrumento violento, ya que no produce violencia en sí mismo sino a través de la acción de quien lo mal usa o con usa con una finalidad maliciosa.
Si atendemos a la violencia en el entorno de pareja, observamos un claro retroceso en cuanto a la identificación de los primeros peldaños, esto es, las primeras señales que la evidencian. Volvemos a escuchar en la adolescencia que “unos pocos de celos son señal de que te quiere”, que “el amor es suficiente para que todo cambie” o que “es necesario renunciar a cosas por amor”. Así, el control y el aislamiento, no se identifican como tal, se camuflan como muestra de amor: dar la contraseña de las redes sociales, compartir ubicación con el móvil, dormir por videollamada o renunciar a amistades, viajes o hobbies, no se perciben como violencia. Sin embargo, cualquier negativa por parte de la chica puede ser interpretada como una señal de ocultamiento, lo que conduce a nuevas formas de manipulación, control y dominación con la finalidad de que ella cumpla con lo que él espera. El problema está en la “normalización” de estas primeras manifestaciones de violencia que siguen entendiéndose como interés y amor, pero tras las que ocurren otras violencias como el chantaje, la presión sexual, la intimidación, las amenazas y/o la violencia física.
Frente al negacionismo construido intencionalmente para frenar todo avance en igualdad, los datos oficiales sobre violencia de género, así como los estudios e investigaciones que se realizan desde distintos organismos internacionales, europeos y nacionales, muestran que seguimos estando ante un problema social y público que requiere de medidas urgentes. Para este fin, en 2017 se aprobaba el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, ampliado en febrero de este año. Tanto en el primero de 2017 como en el segundo de 2025, la primera de las medidas hace alusión a la coeducación como principal herramienta de prevención. Educar en y para la igualdad es la mejor inversión que podemos hacer como sociedad para prevenir las violencias machistas porque su objetivo se encamina a modificar la principal causa que las provoca: el machismo.
Prevenir la violencia machista no puede reducirse a acciones concretas como el 25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, tampoco a talleres o conferencias puntuales donde las voces del negacionismo copan el relato. La prevención es transformación, implicación y compromiso de toda la sociedad y sus instituciones, en especial de quienes acompañan a la infancia y a la adolescencia. No queremos poner todo el peso en el sistema educativo, sería injusto y a la vez irreal, pero sí hacer hincapié en su poder de transformación social y cultural. Invertir en la formación del profesorado y en la dotación de recursos en los centros educativos, así como en la formación de las familias, es invertir en la sociedad que queremos ser: una sociedad libre de machismo y violencias.
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