Prevenir el acoso escolar y el ciberbullying - Ahora
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- El acoso escolar es una lacra social que sigue afectando a miles de menores en España. Lo que empieza con una burla o un mensaje en redes sociales termina siendo una nube gris que se instala en la vida de la persona que lo sufre y su entorno. Ofrecer herramientas a la población, no tener miedo a alzar la voz y saber identificar las señales es clave para alcanzar entornos seguros alejados de toda violencia.
El pasado 6 de noviembre, con motivo del Día Internacional Contra la Violencia y el Acoso Escolar, Cruz Roja Juventud organizó un #Conecta (encuentro virtual) junto a Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de Fundación ANAR, enfocado a las familias y al conjunto de la población para aprender sobre qué hacer cuando tu hijo o hija el acosado, el acosador o se encuentra en el papel de espectador.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños/as y Adolescentes en Riesgo), una organización con más de medio siglo de trayectoria dedicada a la promoción y defensa de los derechos de la infancia, en su último informe junto a la Fundación Mutua Madrileña, alerta de un aumento del acoso escolar en España. El 12,3% del alumnado afirma que hay una víctima en su clase, frente al 9,4% del curso anterior. Diana Díaz, directora de las Líneas de Ayuda ANAR, inició su charla con estos datos y además hizo hincapié en el ciberbullying como una nueva vía de violencia. “La inteligencia artificial está presente ya en el 14,2% de los casos. Hablamos de suplantaciones de identidad, vídeos falsos o imágenes manipuladas que dañan profundamente a los menores”.
Pero ¿cómo detectar que un hijo o hija puede estar sufriendo acoso? La clave, dice Diana Díaz, está en escuchar y observar los pequeños cambios: una tristeza que no se va, irritabilidad, miedo a ir al colegio, pérdida de materiales, dolores de cabeza o estómago sin causa aparente, bajo rendimiento o aislamiento social. “Cuando mi hijo o hija es acosado, lo primero es saber identificar las señales”, señala Díaz. “Y lo segundo, actuar con calma. No sobrereaccionar, sino abrir el diálogo y transmitir el mensaje de que juntos vamos a buscar una solución”, añade.
Con más de 55 años de historia y 31 de experiencia en atención telefónica y online, la Fundación ANAR ha acompañado ya a más de 6,5 millones de niños, niñas y adolescentes. Su línea de ayuda, gratuita, confidencial y disponible las 24 horas del día, es un recurso esencial para menores y familias. En ella, profesionales de la psicología, de la abogacía y especialistas en trabajo social ofrecen apoyo inmediato y orientación. “Porque detrás de cada llamada hay una historia y una necesidad de sentirse escuchado”, recuerda Diana.
El acoso escolar no es un conflicto cualquiera. A diferencia de una discusión puntual entre compañeros, el acoso escolar implica reiteración en el tiempo, intención de dañar y desequilibrio de poder. “El acoso tiene unas características muy concretas: todos los días suceden cosas, es diario y continuado en el tiempo”, detalla Díaz. “Pero también hay que tener cuidado con los conflictos puntuales, porque pueden cronificarse si no se abordan a tiempo”. Por eso, la detección temprana es fundamental: el tiempo medio que tarda un menor en pedir ayuda se sitúa entre 12 y 13 meses, un año entero de sufrimiento silencioso.
En ese proceso, el centro educativo es el primer observador. El profesorado, si está atento, puede notar si algo se repite o escala. Por eso, la Fundación ANAR insiste en la necesidad de que familias y escuelas trabajen coordinadas. Hablar primero con el tutor o tutora, luego con la jefatura de estudios o el equipo de orientación y, si es necesario, con la inspección educativa. Todo, desde el diálogo y la colaboración. “Hay que transmitir confianza en el profesorado y dar pasos desde la vía del diálogo y la conciliación”, subraya Diana Díaz.
Durante el #Conecta también se puso el foco en el papel que tienen los espectadores, es decir, aquellas personas que están fuera del conflicto, pero que son conscientes de esa violencia continuada. A menudo, son quienes pueden frenar la situación con una palabra o una denuncia anónima. Porque acabar con esta lacra es una responsabilidad colectiva. “La fuerza está en el grupo de los espectadores”, apunta la directora de las líneas de ayuda de la Fundación ANAR. “Cuando alguien se ríe o ignora la situación, sin querer está haciendo fuerte a la persona agresora. Educar en valores como el respeto, la empatía y la igualdad desde casa es clave para romper el silencio”.
Según los últimos datos del informe, el 52,1% del alumnado que presencia una situación de acoso pide ayuda, pero casi la mitad aún no lo hace. Cambiar esta tendencia requiere educar para asumir sin miedo esa implicación.
El acoso escolar y el ciberbullying son ya dos caras del mismo problema. Las agresiones que antes ocurrían en el aula o el patio hoy se escalan y continúan en las redes sociales, en los videojuegos o en los chats grupales. Las principales plataformas donde se ejerce este tipo de violencia son WhatsApp (66,4%), Instagram (50,5%) y TikTok (49,5%), con especial incidencia entre estudiantes de 11 a 12 años. Lo más preocupante es que el 15,8% de los casos de ciberacoso se prolongan más de un año, lo que demuestra la dificultad de las víctimas para salir de la situación sin ayuda externa. “El entorno digital ha ampliado los espacios de la violencia, pero también las oportunidades de intervenir si sabemos mirar”, señalaba Díaz. Por eso, además de la prevención en los centros educativos, la Fundación ANAR apuesta por reforzar la educación emocional y digital desde edades tempranas.
En esta misma línea de sensibilización, Cruz Roja Juventud ha lanzado la campaña “Click virtual, impacto real”, que busca visibilizar cómo los comportamientos digitales también tienen consecuencias tangibles. El objetivo es que niños, niñas y adolescentes comprendan que un “me gusta”, un comentario o un reenvío pueden contribuir al acoso aunque no se sea la persona que lo origina. La iniciativa ofrece tres perspectivas: la de la persona acosada, la acosadora y la observadora, para mostrar que todos y todas tenemos un papel en la cadena del acoso y, sobre todo, en ponerle fin. Porque cada clic cuenta. Y, como recuerdan desde Cruz Roja Juventud, el impacto puede ser virtual, pero las consecuencias son siempre reales.
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