Eduardo Sáenz de Cabezón: “Hay pocas cosas más humanas que hacer matemáticas” - Ahora
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Divulgar las matemáticas de una forma diferente es uno de los principales objetivos de Eduardo Sáenz de Cabezón (La Rioja, 1972). Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos en la Universidad de La Rioja, su afán por hacer más comprensibles y cercanas las matemáticas le llevó a crear su canal de YouTube Derivando hace 9 años. Compagina la docencia con la presentación del programa Órbita Laika, un late night show de divulgación científica y humor, y también forma parte de Big Van, un colectivo dedicado a hacer más atractiva la ciencia. De su mano, ahondamos en la mala prensa de las matemáticas, en cómo podemos contar los números y las cifras de manera más sencilla y en el impacto de la tecnología en la educación.
Defiendes que todos llevamos un matemático dentro, ¿por qué?
Hay pocas cosas más humanas que hacer matemáticas. Si uno se fija en las matemáticas, digamos en lo más esencial, se basan en contar, medir y ordenar. De la forma más sofisticada que quieras (porque cuando trabajamos en matemáticas teóricas o nos dedicamos a la investigación resultan muy sofisticadas), pero en esencia nos permiten contar, medir y ordenar. Y en casi cada aspecto de nuestra vida estamos haciendo eso: contando, midiendo y ordenando. Estimamos distancias, poblaciones, gente, tiempo… Somos capaces de contar y medir las cosas.
Cualquier acercamiento cuantitativo (aunque suene raro decirlo así) a la realidad va a pasar por las matemáticas. Todo lo que sea científico, desde luego; lo que sea tecnológico, por supuesto. Pero es que aunque uno no se dedique a la ciencia o a la tecnología en su vida habitual, todo el tiempo estamos utilizando un lenguaje y unas habilidades que, aunque no lo parezca porque lo tenemos muy incorporado, son matemáticas. Algo tan básico como esta entrevista. “¿Cuánto tiempo falta?”. Hemos quedado a una hora, hemos medido el tiempo que nos quedaba hasta encontrarnos, etc.
Entonces… todo está ahí. Y ese acercamiento matemático a la realidad nos ha servido de mucho. Siempre pienso que nosotros somos los hijos de aquellos que supieron contar. Sabían si eran más o menos que los enemigos; cuántas ovejas o animales había en esa época… Somos los hijos de los que aprendieron a contar y todo eso lo hemos desarrollado mucho.
Y además lo hemos llevado a lugares muy bonitos. Hemos pasado de utilizar solamente las matemáticas para el día a día (realmente ahí necesitamos muy pocas) a llevarlas a un acercamiento que tiene más que ver con la creatividad, el arte, con el desarrollo, por así decirlo, del espíritu humano.
¿Por qué es necesaria una divulgación en matemáticas y de dónde crees que viene esa mala prensa que tiene esta asignatura frente a otras?
El acercamiento a las matemáticas que tenemos casi siempre es a través de las matemáticas escolares exclusivamente. Y las matemáticas escolares pueden estar muy bien, pero si no tenemos un contacto fuera, como sucede con otras asignaturas, como la literatura… Las matemáticas las asociamos inmediatamente con la asignatura de matemáticas, y no nos damos cuenta de que no las vemos fuera de ahí. La divulgación científica o la divulgación de las matemáticas juega un poco ese papel. Uno puede acercarse a las matemáticas desde muchos lugares.
Uno puede ser la asignatura escolar; otro, el disfrute de un reto, la comprensión de ciertas cosas… Tenemos una carencia a nivel público. Y luego es una asignatura, cuando nos centramos propiamente en ella, en la que hay un desequilibrio hacia el resultado sobre el proceso. Estamos en clase y lo que nos importa es que me dé bien o mal el resultado. La comprensión y el disfrute de eso que estamos haciendo ahí pasa a un segundo plano muy fácilmente. Cuando eso ocurre se genera una especie de espiral que acaba en lo que se llama “ansiedad matemática”.
Uno está en clase, le sale mal un ejercicio y da la sensación de que eres malo en eso, ¿no? Te ha salido mal, no lo entiendes. Si eso pasa una vez, aprovechas ese error para aprender, y eso se encamina. Pero si eso sigue pasando muchas veces se genera un hábito y una actitud. Y si a eso le sumamos creencias que hay, como que “las matemáticas son para listos”, “las matemáticas son difíciles”... pues se produce una especie de autoimagen de “yo no valgo para esto”.
Creo que hay mucha gente que la primera vez que se siente tonto e incapaz en su vida es en clase de matemáticas. Y eso provoca una especie de… no voy a decir “trauma”, pero desde luego una especie de ansiedad frente a las matemáticas que, además, se ve que es hereditaria. Hereditaria no en el sentido genético. El mecanismo funciona así: hay gente que elige sus estudios, incluso en bachillerato, huyendo de las matemáticas. “¿Dónde hay menos matemáticas?”. Pues allí voy.
Y luego eso llega hasta la carrera universitaria. Hay gente que elige una carrera universitaria, unos estudios… huyendo de las matemáticas. Y dentro de esas profesiones hay un alto porcentaje de personas que han llegado huyendo de las matemáticas, pero especialmente hay dos muy sensibles. A mi modo de ver, son magisterio y periodismo.
Mucha gente acaba en periodismo porque en algún momento huyó de las matemáticas y luego resulta que tiene que dar noticias precisamente sobre matemáticas. Ya tiene una especie de aversión o complejo de inferioridad que les va a hacer dar la información de forma diferente.
Si alguien hace magisterio y tiene que explicar matemáticas a niños pequeños y niñas pequeñas y se siente inseguro con eso también va a transmitir esa inseguridad. Esa inseguridad y sentimiento de incapacidad de las matemáticas se hereda a través de tus maestros. De hecho, si queremos ir un punto más allá, hay un estudio de hace unos años en el que dice que un porcentaje muy alto de personas que ejercen la docencia en niveles primarios son las mujeres. Y las niñas se identifican más con sus profesoras que los niños. Entonces se genera esa heredabilidad de aversión a las matemáticas más en niñas que en niños. Y eso hace que muchas veces se alejen de las ciencias.
¿Hay que cambiar la forma de enseñar las matemáticas?
A mí me cuesta hablar sobre qué hay que hacer en clase de matemáticas. No me siento capacitado ni quiero robarle la legitimidad a los profesores de matemáticas sobre qué tienen que hacer en sus clases. Creo que hay mucha gente trabajando muy bien, cada vez mejor.
¿Qué me encuentro yo cuando viene gente a la universidad y qué puedo detectar? Que, de alguna forma, falta contexto. Eso de que para qué me sirven las matemáticas es una pregunta un poco falsa, ¿no? La educación no solo trata de aquello que me sirve a mí para mi vida cotidiana, sino de la construcción de la persona en la sociedad. Habrá muchas cosas que no te van a servir en matemáticas nunca, pero en otras asignaturas también pasa. Esa gente que dice de repente “un día más sin aplicar el mínimo común múltiplo”... bueno, y otro día más sin que yo analice sintácticamente una oración. Creo que tenemos que pensar que todo esto de alguna forma enriquece nuestra vida de muchas formas diferentes.
Cada estudiante y cada persona se relaciona con la materia de una forma distinta, pero yo creo que eso no está del todo presente en la enseñanza de las matemáticas. No sé si en otras asignaturas ocurre también, pero es lo que decíamos antes con el ejemplo de la literatura, ese contexto de que lo tienes más en tu vida cotidiana. Las matemáticas y la química, por ejemplo, son materias que empiezan y acaban en clase, y así pasa también con tu relación con ellas. Hay que cuidarlo más.
Por ejemplo, si les pregunto a mis estudiantes sobre las derivadas, algo que se ve al final del bachiller, yo no sé si saben en qué momento de la historia surgieron. ¿Es una cosa de los griegos? ¿Algo del siglo XIV, del siglo XVIII, del XIX? Y las derivadas tienen una influencia tremenda. El cálculo diferencial (las derivadas, por ejemplo) es uno de los descubrimientos matemáticos teóricos que más han cambiado el mundo. El mundo ha cambiado desde que se demostraron. Y con Newton también pasó. El mundo cambió, literalmente, a partir del XVI, con Newton y Leibniz.
Sin embargo, estamos en clase y un buen día aparece el profe y nos dice “hoy tocan derivadas”, “hoy tocan límites”, “hoy tocan polinomios”... ¿Y por qué? ¿En qué momento de la historia ha salido esto? Pasa totalmente lo contrario con la filosofía, por ejemplo. Cuando estudiamos filosofía, muchas veces nos centramos solamente en la historia de la filosofía, que está muy bien, porque nos plantea qué tiene que ver con la sociedad en la que estamos. Con las matemáticas, igual.
¿Cuáles son las claves para divulgar, para convertir temas que pueden ser complejos en sencillos y atractivos?
Diría que hay muchas… pero vamos a poner tres, que a lo mejor también nos pueden servir para clase. Una es conocer bien la materia de distintas formas, saber de qué hablas, para poder enfocarlo de una manera u otra. Tener familiaridad con la materia, esa es una.
La segunda es conocer bien a quiénes hablas, qué quieren, qué necesitan, qué saben, qué no saben, a qué le tienen miedo, qué les gusta… para poder conectar una cosa y otra. Inmediatamente no van a estar conectados, pero si encuentras ese rinconcito de intereses, de inquietudes, y puedes transmitir ahí… es una estupenda conexión para establecer un discurso.
La tercera es el conocimiento de formas de comunicación, o sea, saber comunicar. Y eso, por mucho que lo podamos ver así o nos lo parezca, no es un don. Se entrena, se prepara y se aprende. La gente que nos dedicamos a hacer ciencia, a hablar de ciencia o enseñar sobre ciencia (o cualquier materia en clase) tenemos que aprender a comunicar. Forma parte de nuestro trabajo. No solamente es saber la materia, no es solamente conocer a quién tenemos enfrente, sino que también pasa por vincular ambas cosas.
¿La tecnología ayuda o no en el aprendizaje?
Hay aspectos en los que ayuda. Dentro de la tecnología hay muchísimas tecnologías. Ahora mismo, haciendo esta entrevista, estamos hablando a través de la tecnología y nos está ayudando a comunicarnos de una forma que hace unos cuantos años no era posible. No nos dábamos cuenta de que existía hasta que llegó la pandemia. Teníamos tecnología, pero ahí empezamos a utilizarla mucho más.
Eso nos puede ayudar. Yo puedo hacer tutorías a distancia con estudiantes, por ejemplo. La tecnología ayuda en procesos de aprendizaje y tiene la capacidad de ser flexible, de poder adaptarse a las personas. Hay un mal de los sistemas educativos generales, que es la uniformidad. Dar a todos lo mismo al mismo tiempo y evaluarlo de la misma forma. Podemos ayudarnos de la tecnología para superarlo. Podemos ser más flexibles y adaptables. Es solo un ejemplo, pero hay muchos. También nos ayuda en tareas mecánicas.
Luego hay aspectos que dificultan el aprendizaje. Uno de ellos, probablemente, es la inmediatez de las respuestas. Ahora mismo vivimos en un mundo en el que casi cada acción que hacemos a través de la tecnología tiene una respuesta inmediata. Si esa respuesta no nos está satisfaciendo o no nos llama la atención pasamos al siguiente estímulo. Y el aprendizaje normalmente ocurre al final de un proceso.
No digo que tener paciencia y asumir que los procesos son necesarios sea algo que se esté perdiendo, pero ahora es más difícil. Y nuestros chicos y chicas, sobre todo adolescentes, incluso niños y niñas, aunque menos, están afectados por eso. Los adolescentes mucho, y los mayores también. Y a veces el aprendizaje necesita proceso, maduración, un cultivo en el cerebro donde pase tiempo, pero tiempo material. Y eso a veces cuesta, está costando mucho. Es una dificultad.
Hay cuestiones científicas que en los últimos años se han rebatido. Temas como que la Tierra es plana. ¿Cómo nos podemos enfrentar a este tipo de acusaciones y fake news?
Son cosas distintas. Una es la extensión de falsas noticias, de bulos, que normalmente se hacen con una intencionalidad, ya sea económica, política, etc. Ante eso, creo que tenemos que formarnos como receptores de información. Antes uno podía confiar en los medios de comunicación, porque todos los medios de comunicación a los que teníamos acceso tenían estos filtros, esa curación de información o contenidos. Ahora algunos lo tienen y otros no.
Lo que pasa es que como nos llegan todos más o menos de forma muy homogénea asumimos que todos los tienen, sobre todo si son favorables a nuestra opinión. Si damos con una noticia que es favorable a nuestra opinión lo cierto es que la cuestionamos mucho menos que cualquier otra. Es asumir que tenemos un papel que antes no teníamos. Es nuevo: hay que reaprender a leer noticias y tomar un rol más activo como consumidores o como receptores de información.
Luego está esta otra corriente, digamos, “anticientífica”. Yo siempre pienso por qué. ¿Por qué alguien perfectamente funcional con respecto a su vida, que utiliza la tecnología, que sabe que las cosas no son así, decide aparcar su juicio o anularlo en determinado momento contra toda evidencia? Supongo que hay muchas causas, pero una fundamental es que ahora mismo la ciencia está metida dentro de un paquete al que ciertas personas llaman el establishment, el sistema. “Yo voy contra el sistema, porque el sistema es una imposición y los demás están siendo manipulados por el sistema. Y la ciencia forma parte del sistema”. Entonces probablemente haya una cuestión de crisis personal, una mala experiencia de lo que sea. Ha habido algo que le ha fallado a esa persona: el sistema familiar, el institucional… Y la respuesta es una transgresión de dicho sistema.
Luego está la búsqueda de validación dentro de un grupo. “A lo mejor no me recompensa del todo lo que estamos diciendo… pero formo parte de un grupo”. Y cuando ese grupo, además, es criticado o atacado por el sistema, refuerza aún más tu pertenencia. La colectividad es superimportante, una cuestión casi identitaria, más todavía en un mundo en el que tenemos buen acceso, rápido e intenso a grupos y gente que pueden pensar como nosotros. Sin embargo, es difícil el acceso a la conversación con gente que no lleva nuestra vida o lleva una muy diferente. Las redes sociales amplifican todavía más ese altavoz, esos grupos burbuja, los extremos… y contribuyen a todo esto.
Órbita Laika es el programa de La 2 que acerca la ciencia a todos los públicos y que tú, precisamente, presentas. ¿Qué balance haces de la temporada que se está emitiendo ahora?
La temporada terminará en diciembre y a mí me parece que hemos dado un paso bastante grande en tratar temas muy cercanos para un grupo muy amplio de población. Es una temporada en la que estamos hablando de ciencia, como siempre, de una forma muy rigurosa, y con ese toque de entretenimiento, de humor a veces, pero con tema más cotidianos de nuestra vida. Eso, sumado con el marco estético de temporadas anteriores, y el lenguaje cercano, redondea todo.